Algo está pasando en la Estación Catamarca….HAN APARECIDO DUENDES QUE DICEN SER
Cuando uno entra por la punta del andén de la Estación Catamarca, se observan aún restos de símbolos que recuerdan luchas pasadas, emblemas, palabras utilizadas que andan enancadas en la brisa sobre una florcita de amor seco, algunas con voces que vienen de muy lejos. Todo es cuestión de creer que los duendes andan por ahí, por la galería, la balanza, o anidando en la campana o en la ventanilla de la estafeta o la boletaría, todo en correspondencia con la historia desarrollada en ese valle.
Al entablar conversaciones con veteranos hombres de la Estación, uno percibe que las palabras están ahí, que andan rondando por los recovecos de la Estación, que se han cobijado en los rincones, en los viejos boliches donde la nostalgia convoca a la memoria. Añejos verbos que espían desde los meandros para saltar sobre los hombres memoriosos que los vuelven a utilizar remozándolos en cada memorización. Porfiadas palabras que anidan y se enredan entre los dientes cuando intentan salir a través de la voz de los que aún viven y, que en su porfía ferroviaria y del lugar, siguen empeñados en que nada se pierda, en que todo se sepa, porque en definitiva hay que dejar sentado que por estos lugares siempre se luchó y se vivió, que se sigue luchando y viviendo. Es la reminiscencia que permanece y crece a través de la oralidad, para transformarse en memoria colectiva. Palabras que se corporizan en la transmisión hablada, de boca a boca, una manera de traspasar al otro toda una cultura de resistencia, lucha y vida, que nunca pudo ser detenida ni encerrada, menos desaparecida.
Por eso, hoy, en el andén de la Estación Catamarca se ha convocado a los duendes que guardaron las palabras en mil maneras diferentes.
Emprendedores y tenaces duendes, dirán, seguramente en cada narración con las palabras “aquellas” lo descubierto entre el malezal del olvido. Será, sin duda, otro momento inicial de la memoria, porque cada uno de esos momentos contribuirá a una construcción social. Y cada momento narrado será una derrota al olvido. Cada descubrimiento será un aporte. Hechos, personajes, acciones, aconteceres, vidas cotidianas, todo eso y más nos ayudará a re-elaborar los desacuerdos del presente, ver y entender mejor esta realidad que nos circunda, sino será imposible imaginar un futuro. Abrevar en el pasado que está lleno de enseñanzas, nos mostrará -a pesar de todo-, que la lucha y que la vida vivida no fue vano.
Los memoriosos guardapalabras de la Estación Catamarca estarán contándonos e invitando, en esa convocatoria memoriosa, rechazar el convite de vivir este presente, como un presente perpetuo, sin pasado ni futuro.
‘Despojados de su memoria, los pueblos se opacan, mueren’,
Para los duendes de la Estación Catamarca con todo mi respeto y afecto.
“Los guardapalabras de la Estación”
Cuando uno entra por la punta del andén de la Estación Catamarca, se observan aún restos de símbolos que recuerdan luchas pasadas, emblemas, palabras utilizadas que andan enancadas en la brisa sobre una florcita de amor seco, algunas con voces que vienen de muy lejos. Todo es cuestión de creer que los duendes andan por ahí, por la galería, la balanza, o anidando en la campana o en la ventanilla de la estafeta o la boletaría, todo en correspondencia con la historia desarrollada en ese valle.
Al entablar conversaciones con veteranos hombres de la Estación, uno percibe que las palabras están ahí, que andan rondando por los recovecos de la Estación, que se han cobijado en los rincones, en los viejos boliches donde la nostalgia convoca a la memoria. Añejos verbos que espían desde los meandros para saltar sobre los hombres memoriosos que los vuelven a utilizar remozándolos en cada memorización. Porfiadas palabras que anidan y se enredan entre los dientes cuando intentan salir a través de la voz de los que aún viven y, que en su porfía ferroviaria y del lugar, siguen empeñados en que nada se pierda, en que todo se sepa, porque en definitiva hay que dejar sentado que por estos lugares siempre se luchó y se vivió, que se sigue luchando y viviendo. Es la reminiscencia que permanece y crece a través de la oralidad, para transformarse en memoria colectiva. Palabras que se corporizan en la transmisión hablada, de boca a boca, una manera de traspasar al otro toda una cultura de resistencia, lucha y vida, que nunca pudo ser detenida ni encerrada, menos desaparecida.
Por eso, hoy, en el andén de la Estación Catamarca se ha convocado a los duendes que guardaron las palabras en mil maneras diferentes.
Emprendedores y tenaces duendes, dirán, seguramente en cada narración con las palabras “aquellas” lo descubierto entre el malezal del olvido. Será, sin duda, otro momento inicial de la memoria, porque cada uno de esos momentos contribuirá a una construcción social. Y cada momento narrado será una derrota al olvido. Cada descubrimiento será un aporte. Hechos, personajes, acciones, aconteceres, vidas cotidianas, todo eso y más nos ayudará a re-elaborar los desacuerdos del presente, ver y entender mejor esta realidad que nos circunda, sino será imposible imaginar un futuro. Abrevar en el pasado que está lleno de enseñanzas, nos mostrará -a pesar de todo-, que la lucha y que la vida vivida no fue vano.
Los memoriosos guardapalabras de la Estación Catamarca estarán contándonos e invitando, en esa convocatoria memoriosa, rechazar el convite de vivir este presente, como un presente perpetuo, sin pasado ni futuro.
‘Despojados de su memoria, los pueblos se opacan, mueren’,
Para los duendes de la Estación Catamarca con todo mi respeto y afecto.
Juan Carlos Cena
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